¡Mentiras!, ¡Mentiras!
Se escucha el grito de Morgana hacia el televisor, quejándose de la promesa falsa que recibía, y se oía el repique: ¡Mentiras!, ¡Esas son puras Mentiras!
“¿Hay un político al aire?” - Le preguntó Tomás.
“¡No, no hay ningún Político, pero no dejan de ser Mentiras! ¡Falsos!”
Al acercase a ella, se revela que en el televisor se está pautado el aviso de un anunciante que promete quitar los dolores menstruales con un producto de su catálogo vasto: Una pastilla meñique, fácil de tomar, y en tan sólo 2 horas.
“Ni en 2 días quita el dolor ésa cosa” -dice Morgana aún más indignada que le estén tomando el pelo.
“Pudiera inventarme un remedio en casa, y tardaría menos de ese tiempo para asegurarte que no hay nada que quite esa agonía en tan poco tiempo. ¡Dichosos ustedes los hombres!”
Tomás sonríe un poco menos de lo normal, para no enfadarla más, a sabiendas en silencio, que el buen Dios había dotado a los varones con privilegios estupendos como el no tener dolores de esos, ni de los otros al dar vida, y de poder orinar parado, y en cualquier lugar.
“No hay cura contra las mentiras, y no hay médico para los mentirosos” -afirmó Morgana.
“Los Publicistas son unos mentirosos”,
pensó Tomás.
“¿O lo son, los empresarios anunciantes?”
